1452
Views

 

Selva Almada

Una ruta calurosa, un pueblo callado a la hora de la siesta, un río y su orilla barrosa. Un padre viajando -incómodamente- con su hija durante horas, un mecánico que se hace cargo de un nene sin saber si es realmente su hijo, dos pibes siendo amigos en medio de un conflicto entre sus familias, dos amigos llevando al hijo de un tercero a pescar. Los libros de Selva Almada tienen dos características principales: son extremadamente sensitivos y están protagonizados por varones particulares y contradictorios.

Selva Almada es, junto a Mariana Enríquez y Camila Sosa Villada, una de las escritoras del momento. Nacida en Villa Elisa, provincia de Entre Ríos, Argentina, podríamos decir que este dato biográfico no es nada menor. Ninguna de sus novelas transcurre en Buenos Aires, algo que, en un país tan centralista en tantos sentidos, llama positivamente la atención. Es que como ha afirmado le gusta “poner en cuestión que todo pase por Buenos Aires”. Por eso, en sus novelas da lugar a otros escenarios como Chaco y Entre Ríos, en donde los protagonistas se mueven en entornos a veces rurales y en ambientes de pueblo chico, donde la mirada del otro tiene otro tipo de significado.

Las tres novelas de las cuales hablaremos acá son las que conforman lo que Selva llama “trilogía de los varones” , conformada por El viento que arrasa (2012), Ladrilleros (2013) y No es un río (2020). Como lo indica su nombre, todas ellas están protagonizadas por hombres que entablan una relación particular con los demás estando profundamente marcados por los escenarios donde transcurren las historias.

El viento que arrasa es el título que da arranque a esta trilogía. La novela tiene fundamentalmente cuatro protagonistas: en primer lugar, al Pastor Pearson y a su hija Leni; en segundo lugar, al mecánico Brauer y a su ¿hijo? Tapioca. Podríamos decir que, inicialmente, el libro comienza como lo que parecería ser un libro de carretera, en el cual un padre distante intenta relacionarse sin éxito con su hija adolescente, sin embargo, no, no es eso. La novela, por el contrario, lejos de ser una historia de viajes es la historia de una interrupción. Y es que la novela inicia cuando el auto en el que viajan el pastor con su hija sufre una avería que los hace detenerse en el taller de Brauer.

 

Selva Almada. El viento que arrasaFuente Google

Si la relación del pastor y Leni es tensa, la del “gringo” Brauer y Tapioca parecería no serlo. Ambos personajes se llevan bien, el adolescente ayuda a su figura de autoridad en el trabajo, le hace caso y parece haber respeto mutuo. Sin embargo, hay una peculiaridad de origen: Brauer desconoce si Tapioca es su hijo; una mujer que él no recuerda un día se lo llevó y él simplemente lo aceptó. Algo sin duda particular en un país en el cual el abandono paterno es más normal de lo deseado.

Los conflictos se desatan cuando estos personajes comienzan a conocerse. Leni y Tapioca rápidamente se hacen amigos, pero la relación del pastor y el mecánico irreverente e incrédulo es casi siempre áspera. Sobre todo, cuando se produce un casi enamoramiento de Pearson hacia Tapioca, a quién ve como una suerte de Buen Salvaje, librado de todo pecado. Pero mejor paro, que si no me pongo a spoilear.

La historia sucede en el cálido Chaco. Las escenas que Almada describe son tan densas que se pueden sentir desde nuestros pequeños departamentos con aires acondicionados; la humedad se filtra en nuestro cuerpo; el calor pesado en nuestra mente. Personalmente, leí este libro prácticamente aislado en pleno pico de COVID. Encerrado en el living de mi casa, la descripción de la autora funcionaba casi como una ventana.

Si me preguntan de qué trata Ladrilleros, diría que es una suerte de Romeo y Julieta chaqueño. Aquí los Montesco y Capuleto son las familias Tamai y Miranda y los protagonistas principales el Pájaro Tamai y Marciano Miranda. Podríamos decir que aquí lo que destaca es el orden narrativo. La historia arranca por el final: el Pájaro y Marciano agonizando heridos en el piso de un parque de diversiones. En medio de esa agonía ambos recuerdan la sucesión de hechos que los llevó a ese momento. Una suerte de Crónica de una muerte anunciada.

 

Selva Almada. LadrillerosFuente Google

En cuanto a la trama, Ladrilleros es la historia de dos familias que se encargan de la producción de ladrillos en un pequeño pueblo chaqueño y están enfrentadas a muerte, exceptuando a Pájaro y Marciano que logran inicialmente ser amigos a pesar de este enfrentamiento filial. Sin embargo, el factor Romeo y Julieta no viene por acá sino por el enamoramiento de uno de estos dos personajes con el hermano del otro. Un enamoramiento que se enfrenta, a priori, con dos problemas: por un lado, con la pica familiar; por el otro, con la fuerte homofobia existente en el pueblo, una homofobia que los incluye a ellos mismos. Algo que veremos repetirse a lo largo de las páginas es una fuerte tensión entre la atracción entre los protagonistas y el mandato heterosexual expresado en ellos mismos. Es decir, veremos como los personajes intentan malabares constantes para poder decir que tener sexo con otro hombre no te hace homosexual. Personajes acomplejados por sus sentires, una suerte de homosexuales homofóbicos.

Por último, nos encontramos con No es un río. Podríamos decir, que se trata de una mezcla de esa descripción densa del paisaje que Almada realiza en El viento que arrasa con el tipo de narración no tradicional que empezó a esbozar en Ladrilleros. Es que No es un río es una novela que está escrita por momentos en prosa, por momentos en verso, sin que eso sea un problema para el lector. Todo lo contrario, resulta bastante placentero.

No es un río es la historia de Enero, El Negro llevando a pescar a Tilo, hijo de un amigo, al río en el cual murió su padre -sí, todos los nombres de los personajes de esta trilogía son maravillosos-. La historia transcurre en una playa entrerriana y comienza con los tres protagonistas matando a una raya al pescarla. Pero, si los otros dos libros mostraban a varones particulares con sus respectivas miserias, este se centra en este último punto, porque si algo logra es narrar situaciones horribles, que van desde abortos clandestinos forzados hasta varones matándose, siempre de una manera sublime, sin golpes bajos y sin juzgar a sus propios personajes.

 

Selva Almada. No es un ríoSelva Almada. No es un río

Como en el resto de la trilogía, los personajes y el paisaje hacen a los relatos: las relaciones entre los habitantes de un pueblo en el cual todos parecerían conocerse son tan importantes como el río, casi un protagonista más de la historia.

En conclusión, los libros de Almada tienen dos grandes valores: por un lado, corren el foco de las historias citadinas a las que tan acostumbrados estamos y lo centran en historias más puntuales, pero no por eso menos importantes. Por el otro, tienen una mirada de género muy fuerte, bien abordada y que logran no caer en lugares comunes, sin golpes bajos innecesarios y sin renunciar al objetivo que siempre tiene que tener una novela o cuento: contar una buena historia.


¡Hola! Si llegaste hasta acá y te gusta lo que hacemos en Muta, medio independiente hecho en Argentina y Uruguay, siempre nos podés apoyar desde la plataforma de financiación Cafecito. Con un mínimo aporte nos ayudás no sólo con gastos corrientes, sino también con la alegría e importancia de saber que estás del otro lado.

 

Categorías:
Cultura

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *