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Recuerdo aún cuando mi profesor de Psiquiatría me decía cuál era la actitud que yo debía presentar ante un caso de agitación conductual por parte de algún paciente:

“Mantente tranquilo, respetuoso. Muestra unos límites a través de tu postura y comunicación verbal. Y, por supuesto, no le des la espalda a esa persona”. Han sido varias las ocasiones en las que me he acordado de estas palabras, en especial, en las jornadas nocturnas. Qué curiosa y compleja es la mente humana y qué amplia es la variedad de afecciones a las que está expuesta, sin olvidar las creencias que surgen a su alrededor.
Las enfermedades han sufrido, a lo largo de diferentes momentos históricos, múltiples interpretaciones sobre su naturaleza, desde castigos divinos hasta el satanismo del siglo XVI, de prueba moral hasta la visión cartesiana que surgió en el Renacimiento. Dentro de este campo cabe señalar la tuberculosis, conocida también como peste blanca o tisis.
Se trata de una afección respiratoria infecciosa de origen bacteriano que llega a remontarse 15.000 y 22.000 años en el tiempo. El término “tisis” está ya presente en la literatura griega, donde Hipócrates la identificó como la causa más recurrente de enfermedad del siglo V a.c. Con el pasar del tiempo, las supersticiones y temores proliferan, entremezclándose con las leyendas y el folclore de la zona. Cuando hablamos de qué es una leyenda, es más que acertada la definición que Timothy R. Tangherlini elaboró en 1990:

“Típicamente […] es una narración tradicional corta de un solo episodio, altamente ecotipificada, realizada de modo conversacional, que refleja una representación psicológica simbólica de la creencia popular y de las experiencias colectivas y que sirve de reafirmación de los valores comúnmente aceptados por el grupo a cuya tradición pertenece”.

Teniendo esto presente, qué mejor que mencionar la tradición española del sacamantecas, figura que servía para amenazar a los menores para evitar conductas inapropiadas por su parte. La base de este personaje era el secuestro, para la posterior extracción de la grasa corporal de las víctimas, con el fin de comercializarla. Esta leyenda deriva de la creencia, durante los siglos XIX y XX, de que el unto de los seres humanos manifestaba cualidades curativas a la hora de tratar distintas enfermedades, entre ellas, la tuberculosis.

 

Emilia Pardo Bazán y los sacamantecas

 

Telemadrid. 21 de septiembre 2021. Video Romasanta, el hombre lobo gallego.

A finales del siglo XIX, la condesa Emilia Pardo Bazán elaboró un cuento cruel titulado Un destripador de antaño (1890), el cual sirvió de base para presentar los arquetipos de la figura del sacamantecas, mostrando asimismo la (peligrosa) unión entre estos mitos salvajes con la figura de sanadores o curanderas. En esencia, hacer uso del poder de la palabra para mostrar la realidad de una época, muchas veces superior en inventiva que la del propio escriba.
En 1897, Pardo Bazán, en su crónica La vida contemporánea en La Ilustración Artística de Barcelona, hizo hincapié en el sacauntos aludiendo no solo al gallego Manuel Blanco Romasanta, sino a los factores que influyen en la presencia de esta figura. Pardo Bazán precisó lo siguiente:

“[…] Por lo pronto, la existencia, no de uno, sino de varios destripadores, en mi tierra y desde principios a mediados del siglo, demuestra que esos monstruos no son frutos podridos y envenenados de una civilización extrema, como por ahí se dice y repite, sino, al contrario, casos de regresión al fiero instinto natural, que pueden darse, y acaso se dan con más frecuencia, en regiones atrasadas. No era ningún decadentista ni ningún refinado el espantoso Sacamantecas; era sencillamente un bruto. El destripador gallego que voy a recordar, aunque rudo o ignorante, presenta la particularidad de no tener de bruto ni chapa: pertenece a la especie de los tartufos del crimen; como que su inteligencia y habilidad fueron tales, que logró embromar a los sabios, a los tribunales de justicia, al gobierno y a la reina, y evitar el condigno castigo, salvando la piel”.

Con todo, se puede dejar constancia que las letras que destinó Pardo Bazán al llamado sacauntos promulgaban la idiocracia, la cruel pobreza de las zonas rurales, el salvajismo humano y el oscurantismo que reinó en el territorio español de la época. Y cómo estos ingredientes, da igual la época en la que nos enfoquemos, siguen hiriendo a la sociedad humana, como muy bien volvió a reflejar Pardo Bazán:

“[…] en el fondo obscuro de la mente y del alma del hombre persiste y persistirá eternamente esa corrupción, esa maldición que la fe, con profundo sentido, atribuye al pecado original y que en vano pretenden negar los optimistas. Selva obscura, enmarañada y poblada de alimañas venenosas el alma humana”.

 

El crimen de Gádor

 

Fotografía de diario de epoca anunciando sentencia a responsables del Crimen de Gador.  (2015, febrero). Rtve.es https://blog.rtve.es/somosdocumentales/2015/02/esta-semana-en-la-espa%C3%B1a-de-v%C3%ADctor-ros-hombres-del-saco-sacamantecas-y-pol%C3%ADtica-convulsa.html

 

La tradición del sacamantecas siguió cosechándose en los años venideros. Uno de los casos a destacar fue el acontecido en 1910 en Almería: el crimen de Gádor. Todo empezó tras ser diagnosticado de tisis el padre de familia Francisco Ortega. Este deseaba encontrar, desesperadamente, una cura para dicha enfermedad. Por ello, fue a pedir consejo a la curandera del municipio, Agustina Rodríguez. Esta accedió a decirle la forma de tratar la tuberculosis a Ortega a cambio del pago de 3000 reales. Tras hacer el cobro, la curandera le reveló el procedimiento necesario: beber la sangre procedente de un niño y untarse el pecho con su grasa corporal, aún caliente. Así fue como el barbero Francisco Leona Romero y el hijo de Agustina Rodríguez se ofrecieron a encontrar al niño idóneo. Finalmente, el 28 de junio de 1910 secuestraron a Bernardo González Parra, de siete años, al cual drogaron con cloroformo y metieron en un saco. Este trágico acontecimiento fue definido como un crimen médico, al tener de base el empleo del menor para propiedades sanitarias.
Tras los eventos de Gádor, Pardo Bazán volvió a escribir en La vida contemporánea:

“No me agrada mucho el tema de los crímenes, a no ser que en ellos vayan envueltos enigmas psicológicos; y la mayor parte de los que se cometen, por trágicos y feroces que sean, tienen un substrato psicológico elemental. La codicia, la venganza bárbara, he aquí los móviles frecuentes y previstos de la criminalidad corriente. Se mata por robar, se mata por saciar rencores; se mata alguna vez, o bastantes veces, por brutal enamoramiento, por celos. Pero el crimen de Gádor sale de lo común y nos retrotrae a las edades primitivas, ancestrales, a los primeros pasos del hombre sobre la tierra”.

 

Un temor del pasado en el presente

 

Foto retrato de Emilia Pardo Bazán en su despacho de la torre de Mairás https://saenzsotogrande.blogspot.com/2018/01/la-condesa-de-pardo-bazan-activista.html

 

La reflexión de doña Pardo Bazán guarda relación con lo que ya expuso en Un destripador de antaño, cuya trama gira en torno al boticario don Custodio y la elaboración de remedios, cuyo desarrollo estaba entredicho, hasta el punto de “[…] que ninguna persona humana ha entrado en la trasbotica; que allí tiene una ‘trapela’ y que muchacha que entra y pone el pie en la ‘trapela’ …, ¡plas!, cae en un pozo muy hondo, muy hondísimo, que no se puede medir la profundidad que tiene… y allí el boticario le arranca el unto”.

El asunto de los sacamantecas constituye uno de los variados ejemplos del abordaje simultáneo de la etnografía y la historia y de cómo las supersticiones pueden llevar a actos atroces. Dichas supersticiones, consideradas como representaciones colectivas por parte del sociólogo Marcel Mauss, serían creencias derivadas del temor a la ignorancia. Y esto es un peligro, pues múltiples supersticiones están presentes al amparo de la sociedad de consumo en la que nos encontramos, donde la desinformación o la propaganda encubierta permiten crear un campo de proliferación de ideas descabelladas. Es curioso cómo, aún, se encuentran latentes las palabras de Pardo Bazán sobre el espíritu humano: “Una selva oscura y enmarañada”.

 


 

José Montejano es enfermero, investigador del grupo científico HISAG-EPB y escritor, con colaboraciones en medios como Zenda. En esta ocasión, nos presenta una propuesta de artículo que explora las crónicas de Emilia Pardo Bazán publicadas en La Ilustración Artística de Barcelona, donde la autora aborda los miedos predominantes en las zonas rurales de España, contextualizados por actos atroces como los de Manuel Blanco Romasanta y el crimen de Gádor de 1910, que contribuyeron a la creación de la figura folclórica del sacamantecas, vinculada a las falsas creencias sobre la tuberculosis.

Colaboración por José R. Montejano.

Categorías:
Cultura

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