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Nota escrita y publicada originalmente en Wired por Diego Jemio, Alexa Hagerty y Florencia Aranda Podés leer la original desde el siguiente link.


En 2018, mientras el Congreso argentino debatía acaloradamente la despenalización del aborto, el Ministerio de Primera Infancia de la provincia norteña de Salta (Argentina) y el gigante tecnológico estadounidense Microsoft, presentaron un sistema algorítmico para predecir el embarazo adolescente. Lo llamaron Plataforma Tecnológica de Intervención Social”.

“Con la tecnología se puede prever con cinco o seis años de anticipación, con nombre, apellido y domicilio, qué chica está predestinada en un 86 por ciento a tener un embarazo adolescente”, declaró orgulloso en la televisión nacional Juan Manuel Urtubey, entonces gobernador de la provincia. El objetivo declarado era utilizar el algoritmo para predecir qué niñas de zonas de bajos ingresos, se quedarían embarazadas en los próximos cinco años. Nunca fue revelado qué sucedería una vez que una niña o joven fuera etiquetada como “predestinada” a la maternidad o cómo esta información ayudaría a prevenir el embarazo adolescente. A su vez, las teorías sociales en las que se basaba el sistema de IA, al igual que sus algoritmos, permanecían opacas.

Información personal y sensible -como edad, etnia, país de origen, discapacidad y si el hogar tenía agua caliente en el baño- de 200.000 residentes de la ciudad de Salta -incluidas 12.000 mujeres y niñas de entre 10 y 19 años- construyeron la base de datos del sistema. Aunque no hay documentación oficial, a partir de los artículos de los medios de comunicación y de dos revisiones técnicas; sabemos que los “agentes territoriales” visitaron las casas de las niñas y mujeres en cuestión, hicieron preguntas de la encuesta, tomaron fotos y registraron las ubicaciones en el GPS. ¿Qué tenían en común las personas sometidas a esta vigilancia íntima? La pobreza. Entre ellas, algunas pertenecían a comunidades indígenas wichí, qulla y guaraní o eran migrantes de Bolivia y otros países de Sudamérica.

Aunque los portavoces de Microsoft anunciaron con orgullo que la tecnología en Salta era “uno de los casos pioneros en el uso de datos de IA“, en materia de programas estatales no presentaba muchas novedades de manera sustancial. Por el contrario, se puede circunscribir como extensión de una larga tradición argentina: el control de la población a través de la vigilancia y la fuerza. La reacción a estos antiguos métodos de control disfrazados de novedad, ha sido una clara muestra de cómo las feministas argentinas académicas y de base, fueron capaces de enfrentarse a este mal uso de la inteligencia artificial.

En el siglo XIX y principios del XX, los sucesivos gobiernos argentinos llevaron a cabo el genocidio de comunidades indígenas y promovieron políticas de inmigración basadas en ideologías diseñadas para atraer el asentamiento europeo, con la esperanza de “blanquear” el país. Con el paso del tiempo, se construyó una identidad nacional a lo largo de líneas sociales, culturales y, sobre todo, raciales.

Según la historiadora Marisa Miranda, que en sus investigaciones rastrea los intentos de Argentina de controlar a la población mediante la ciencia y la tecnología, este tipo de pensamiento eugenésico es propenso a cambiar de forma y a adaptarse a los nuevos paradigmas científicos y a las circunstancias políticas. Tomemos el caso de la inmigración. A lo largo de la historia del país, la opinión ha oscilado entre la celebración de la inmigración como medio para “mejorar” la población y la consideración de los inmigrantes como algo indeseable; una amenaza política que hay que vigilar y gestionar cuidadosamente.

Otro ejemplo cercano es la dictadura militar argentina (1976-1983), que controló a la población mediante el uso de la violencia sistemática. Durante este periodo, las mujeres tenían la “tarea patriótica” de poblar el país y la anticoncepción estaba prohibida por una ley de 1977. La expresión más cruel del interés de la dictadura por la maternidad fue la práctica del secuestro de mujeres embarazadas consideradas políticamente subversivas. La mayoría fueron asesinadas después de dar a luz y muchos de sus hijos fueron adoptados ilegalmente por los militares para ser criados por “familias patrióticas y católicas“.

Aunque el sistema de IA de Salta para “predecir el embarazo” fue aclamado como futurista, sólo puede entenderse a la luz de esta larga historia, de este uso de recursos pretéritos para control estatal. En palabras de Miranda, el persistente impulso eugenésico que siempre “contiene una referencia al futuro” y supone que la reproducción “debe ser gestionada por los poderosos”.

Debido a la falta de regulación nacional en materia de IA, la “Plataforma Tecnológica de Intervención Social” nunca se sometió a una revisión formal y no se ha realizado ninguna evaluación de sus impactos en niñas y mujeres. No se han publicado datos oficiales sobre su precisión o resultados. Como la mayoría de los sistemas de IA de todo el mundo, incluidos los utilizados en contextos sensibles, carece de transparencia y responsabilidad.

Aunque no está claro si el programa de tecnología fue finalmente suspendido, todo lo que sabemos proviene de los esfuerzos de activistas feministas y periodistas que dirigieron el equivalente a una auditoría de base de un sistema de IA defectuoso y perjudicial. Al desplegar rápidamente una máquina bien engrasada de organización comunitaria, llamaron la atención de los medios de comunicación nacionales sobre cómo se estaba utilizando una tecnología no probada ni regulada, para violar los derechos de niñas y mujeres.

“La idea de que los algoritmos pueden predecir el embarazo adolescente antes de que se produzca es la excusa perfecta para que los activistas anti-mujeres y anti-derechos sexuales y reproductivos declaren innecesarias las leyes de aborto”, escribieron entonces las académicas feministas Paz Peña y Joana Varón. De hecho, pronto se reveló que una organización argentina sin ánimo de lucro llamada Fundación Conin, dirigida por el médico Abel Albino, un firme opositor al derecho al aborto, estaba detrás de la tecnología, junto con Microsoft.

Foto ilustrativa de académicas Paz Peña y Joana Varón. En el medio el médico Abel AlbinoFoto ilustrativa de académicas Paz Peña y Joana Varón. En el medio el médico Abel Albino

 

“[El programa tecnológico] es un artificio patriarcal”, afirmó Ana Pérez Declercq, directora del Observatorio de la Violencia contra la Mujer de Salta. “Confunde las variables socioeconómicas para que parezca que la niña o la mujer son las únicas culpables de su situación. Carece totalmente de cualquier preocupación por el contexto. Este sistema de IA es un ejemplo más de la violación de los derechos de las mujeres por parte del Estado. Imaginen lo difícil que sería negarse a participar en esta vigilancia”. Añadió que las familias dependen del organismo patrocinador del programa, el Ministerio de la Primera Infancia, para recibir servicios como vacunas y leche gratuita. En un país que terminó 2021 con la mitad de su población viviendo en la pobreza, se trata de un apoyo crucial que las niñas y mujeres vulnerables no pueden permitirse el lujo de arriesgar al hablar.

El Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la Universidad de Buenos Aires, puso de manifiesto los graves errores técnicos y de diseño de la plataforma y cuestionó las afirmaciones de los desarrolladores de que el modelo hacía “predicciones correctas el 98,2 por ciento de las veces“. Las revisiones técnicas se basaron en información incompleta, porque el sistema carecía de transparencia. Además, se reveló que la base de datos incluía cuestiones étnicas y socioeconómicas, pero nada en absoluto sobre el acceso a la educación sexual o a la anticoncepción, que los esfuerzos de salud pública en todo el mundo reconocen como las herramientas más importantes para reducir las tasas de embarazo adolescente. “Los problemas metodológicos, como la falta de fiabilidad de los datos, suponen el riesgo de llevar a los responsables políticos a tomar medidas erróneas”, afirmó Diego Fernández Slezak, director del laboratorio.

Mientras que el plan de Salta para predecir el embarazo fue criticado públicamente por académicos y periodistas, las activistas feministas utilizaron esta atención de los medios de comunicación para hacer cumplir una medida de responsabilidad pública, incluso frente a la completa falta de regulación de la IA por parte del Estado. Esta eficaz resistencia al sistema de IA fue posible porque ya habían construido un poderoso movimiento social.

Ya en el siglo XIX, las mujeres inmigrantes de Buenos Aires abogaban por la igualdad y los derechos reproductivos en el periódico anarquista La Voz de la Mujer con el lema “Ni Dios, ni patrón, ni marido”.

Tras la dictadura, las mujeres argentinas comenzaron a organizarse. El primer Encuentro Nacional de Mujeres tuvo lugar en 1986, inspirado en el Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe (1981) y en la Conferencia de Mujeres del Tercer Mundo de Nairobi (1985). Desde entonces, miles de mujeres han asistido y se ha convertido en una herramienta fundamental a la hora de desarrollar estrategias de lucha por los derechos reproductivos. En el encuentro de 2005, se inauguró la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito con el lema “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”..

La campaña feminista contra la violencia de género #NiUnaMenos estalló en Argentina en 2015, encendida por el descubrimiento del cuerpo de Chiara Páez, una adolescente embarazada de catorce años, asesinada por su novio en la provincia de Santa Fe. El reclamo masivo atrajo a mujeres de todos los ámbitos y reunió a una gran variedad de movimientos activistas, incluidos grupos que defendían los derechos de los indígenas, los derechos LGBTQ y los derechos de los inmigrantes. Las protestas se extendieron rápidamente a Uruguay, Chile y México. Ciudades como Washington DC, París, Barcelona, Oslo, Ámsterdam, Ginebra y Pekín se unieron con movilizaciones lideradas en gran parte por mujeres latinoamericanas residentes en esas ciudades.

 

Foto ilustrativa de la Marea verde Fuente PinterestFoto ilustrativa de la Marea verde Fuente Pinterest

 

#NiUnaMenos prendió en las redes sociales. El movimiento puso de manifiesto la ausencia casi total de datos y estadísticas oficiales sobre la violencia de género en Argentina y en otros países, lo que dio lugar a un activismo de base en materia de datos para rastrear y dar a conocer los feminicidios y otras formas de violencia. Los esfuerzos iniciados por los grupos de activistas fueron retomados posteriormente por el gobierno actual, incluyendo un sistema nacional para registrar los casos de violencia de género (SICVG).

En 2018, más de un millón de manifestantes llenaron las calles de Buenos Aires, exigiendo la legalización del aborto. La gran Marea Verde tomó su nombre del color de los pañuelos que llevaban las activistas, a su vez inspirados en los icónicos pañuelos blancos de las Madres de la Plaza de Mayo (madres y abuelas que desafiaron valientemente la dictadura para buscar a sus hijos asesinados y nietos secuestrados). Al igual que #NiUnaMenos, la Marea Verde se extendió rápidamente a otros países latinoamericanos e incluso a Polonia, donde las activistas que se manifestaban contra las restricciones al aborto replicando los colores y pañuelos en las protestas de 2021. Impulsada por este movimiento, Argentina se convirtió en uno de los primeros países de América Latina en legalizar el derecho al aborto en 2020.

Como han documentado Zeynep Tufekci y otros académicos, el activismo de datos no se produce en el vacío. Puede difundirse a través de hashtags, pero solo funciona cuando se apoya en redes bien organizadas sobre el terreno -como #NiUnaMenos y la Marea Verde- que han construido las feministas argentinas.

A pesar de la actual inestabilidad económica del país, Argentina ha creado una próspera escena de startups y declarado abiertamente su intención de ser líder regional en el desarrollo tecnológico y de IA . Como expresión de ese interés, en 2019, el ex presidente Mauricio Macri anunció un “Plan Nacional de IA”. En la actualidad, ha sido abandonado en gran medida. Al igual que en otras partes del mundo, aun cuando dichos avances están en auge, la regulación y planificación van peligrosamente por detrás. Para que un plan nacional de IA sea eficaz para salvaguardar a la sociedad, en particular a las poblaciones históricamente marginadas, los responsables políticos deberían prestar atención al trabajo sobre el terreno que vienen realizando las feministas.

El colectivo feminista Socorro Rosa, al igual que la Plataforma Tecnologica de Intervención Social, pretende abordar el tema del embarazo adolescente; ambos utilizan la palabra “destino” para describir sus proyectos, pero contrastan fuertemente. Socorro Rosa enfatiza el hecho de que los datos que revelan el elevado número de embarazos tempranos, son consecuencia directa de la violencia sexual y reivindica el derecho de los adolescentes a la seguridad, el consentimiento, la educación sexual y el acceso al aborto seguro. El grupo describe la campaña como un medio para “desafiar, cuestionar y atreverse a imaginar otros destinos” para niñas y mujeres. El sistema de IA, en cambio, se centra en pre adolescentes y jóvenes individuales que viven en la pobreza, borra su contexto social y sella su destino, como si estuvieran “predestinadas” a quedarse embarazadas, dejando sin revelar los métodos estigmatizantes por los cuales se llegan a esas predicciones. Mientras tanto, Socorro Rosa y otras activistas feministas parten de la base de que las niñas y las mujeres están enredadas en sistemas políticos más amplios y que el cambio social es posible.

Al abordar el embarazo adolescente, al igual que con otras cuestiones sociales, las activistas feministas de Argentina han trabajado para que el conocimiento y los datos sean accesibles para todos y para promover formas de solidaridad y empoderamiento en lugar de vigilancia y control. Esto ofrece un modelo importante de cómo deben abordarse las cuestiones sociales complejas: con participación, contexto y transparencia. Estos son los valores que deberían informar el diseño de las tecnologías sanitarias.

La Unión Europea y los Estados Unidos están desarrollando planes concretos para auditar los sistemas algorítmicos. Las evaluaciones de las posibles consecuencias de la IA deben tener en cuenta el contexto social y la experiencia vivida. Una talla única no sirve para todos. Una plataforma de Microsoft puede causar daños diferentes tanto en Salta como en Redmond, donde la empresa tiene su sede. Las comunidades locales y los grupos de activistas tienen conocimientos cruciales sobre el impacto social de los sistemas de IA en sus vidas. También poseen estrategias de resistencia y movilización que pueden ampliarse y extenderse. Las activistas feministas de Argentina han desencadenado el inicio de otra ola de oposición y defensa, esta vez para transformar la forma en que vivimos con la IA y evaluar sus daños: un “rescate rosa” de los peligrosos modos de discriminacion y violencia que operan desde las IA.

 


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