Cansados de escuchar interminables comerciales relacionados con San Valentín y sus alternativas de exaltación de la soltería, hoy nos propusimos adentrarnos en los orígenes de esta fecha por puro placer morboso.
Antes de los corazones de chocolate y los romanos, esta historia ya tenía personajes y tramas que la remake que hizo la historia eclesiástica resignificó. Cuenta la leyenda que, a pesar de los esfuerzos de la iglesia cristiana para erradicar prácticas paganas asociándolas al diablo y al salvajismo, las festividades conocidas como Lupercalia se extendieron hasta nuestros días echando raíces por lo bajo y son el origen del significado y la iconografía de San Valentín.
Por aquellas épocas se acostumbraba a fin de año (que en Roma se celebraba cerca del 15 de febrero porque el año empezaba en marzo), dejar atrás lo malo y abrirse a lo bueno. Para ello, se sacrificaban varias cabras, se comía la carne de la cabra asada, se tomaba mucho vino y cuando estaban muy ebrios, se prestaban a jugar de una forma particular: hacían retazos de las pieles de las cabras despellejadas aún ensangrentadas, se las ataban a las muñecas y se perseguían golpeándose entre ellos (todo bien fetish). Esta fiesta orgiástica, descontrolada y sangrienta era realizada para honrar a Pan / Fauno -figura favorita de Alan Moore- , dios de los pastores y rebaños, en sus dos apariencias: la de macho cabrío con cuernos en forma de lira, o como ‘Luperco’ (mitad hombre, mitad cabra), dios de los campos y los bosques, protector de los rebaños. La idolatría tendría como fin el resguardo de los rebaños ante posibles depredadores.
Estas creencias no se limitaron a sus tiempos, sino que prevalecieron hasta la época clásica, cobrando fuerza con la historia de Rómulo y Remo, hijos adoptivos de Fausto, un campesino que los encontró en el lecho de un árbol después de haber sido criados por una loba. Rómulo más tarde, como primer rey de Roma, daría carácter institucional a la festividad bajo el nombre de Lupercales.
Pronto el rey se encontró con su primer obstáculo: para que su población aumentara en número, iban a necesitar mujeres a las que fecundar la continuidad generacional. Romulo intentó asegurar la supervivencia de su clan y, tras la negativa de que otros pobladores le entregaran a sus hijas de forma deliberada, decidió armar una fiesta para invitarlas con el fin de raptarlas y obligarlas a procrear. Descabellado, pero así dice la leyenda .
La fiesta incluyó invitados nobles, sacrificios animales, persecución, secuestro y, finalmente, desfloración de las hijas, esposas y hermanas que se presentaron engañadas en la Lupercalia. ¿La sorpresa? Ninguna de las mujeres entregadas mostró signos de fertilidad, situación no solo inusual o aislada, sino extendida y generalizada a todas ellas. Alarmadas, las autoridades sacerdotales de Roma (se desconoce si tenían conocimientos de hierbas para evitar la descendencia, pero no sería novedad) se volcaron a la búsqueda de respuestas en incesantes peregrinajes en los bosques. Al tiempo, Juno, la diosa del hogar, respondió a sus fieles de los bosques que las mujeres debían ser “penetradas por el sagrado macho cabrío”, en alusión al dios Pan y su séquito de sacerdotes. La interpretación de la divinidad por parte de los oráculos no tardó en hacerse entender y de inmediato se procedió al sacrificio de una cabra. Con la piel cortada en correas, se azotó en la espalda a las mujeres que aguardaban ser fecundadas por el séquito de la orden a las orillas del río, lo que les dio un estatus más relevante entre los fundadores de la ciudad; así quedó establecida la primera Lupercalia.
En cuanto al nombre que usamos hoy en día hay varias leyendas que rodean la vida de un tal Valentín, que nació varios siglos después de la historia anterior El más común es que un 14 de febrero durante el siglo III d.C., Valentín fue ejecutado por el emperador romano Claudio II después de haber sido encarcelado por ayudar a los cristianos perseguidos y casar en secreto a parejas cristianas por amor. Según cuenta la historia, durante su encarcelamiento intentó convertir a Claudio al cristianismo, Claudio se enfureció y ordenó a Valentín que rechazara su fe o lo mataran. Como se negó a abandonar su fe, fue decapitado y luego convertido en santo patrono de los enamorados.
¿Qué más comparten además de la fecha 14 de febrero? Bien, hay que recordar que una mucho más importante (y brutal según la época) está muy cerca: Carnaval.
Es sabido que por sus raíces profundas en la historia pagana y en los ritos de fertilidad la Iglesia antigua los censuró, pero el hecho de celebrar abundancia, descontrol y sexo perduró bajo distintas máscaras. Interesante es ver cómo estas tradiciones se han transformado y que lo que se festejaba en su momento no es tan distinto de lo que valoramos ahora.