La moda también puede exponer una cotidianeidad frívola y despiadada de la guerra, como dio a entender la colosal puesta escénica que brindó Demna para el espectáculo más épico y sin antecedentes de su historia.
“Es un poema a Ucrania sobre ser fuerte, sobre centrarse en el amor y que sus hijos la protegerán. Esa no es una buena traducción, pero las personas a las que quería enviar este mensaje lo entenderán”, dijo en el backstage después del show del 7 de marzo del 2022 en París. Además, en cada asiento del escenario mandó a colocar una camiseta teñida de azul y amarillo, los colores de la bandera ucraniana, y una declaración escrita explicando que había decidido continuar con el desfile porque no quería ceder ante “el mal que ya me ha herido tanto”.
Demna Gvasalia, diseñadora de moda georgiana, actualmente directora creativa de Balenciaga y cofundadora de Vetements, nació en Georgia, en 1981, cuando aún era un país soviético (hoy Rusia aún ocupa un pequeña región del país).
Hace treinta años, a la edad de diez, Demna y su familia huyeron de su Abjasia natal en Georgia, después de que los separatistas locales con vínculos con Rusia reclamaran la tierra y mataran a más de 5.000 personas de etnia georgiana.
Si bien sostiene que en un principio su idea fue realizar una representación del declive ecológico, su puesta en escena logró retratar un escenario distópico, acompañado de una musicalización eslava en piano, digna de una película neorrealista italiana. El elenco, por su parte, fue abriéndose paso en una tormenta ficticia de nieve, llevando consigo bolsas de residuos y evocando imágenes latentes en el panorama de urgencia actual.
“Solo las personas inocentes mueren en la guerra. Experimenté eso y de hecho lo bloqueé durante 30 años, hasta que comencé a leer las noticias la semana pasada. Me devolvió todo este dolor, como a cualquiera que haya pasado por eso”, dijo Demna.
Antes de convertirse en diseñadora, Demna escapó con su familia de la República de Abjasia, antigua ex República Socialista Soviética de Georgia, a través de las montañas del Cáucaso. “Mi papá cruzó las montañas a pie, porque sabía que no podíamos llegar hasta el final. La gente moría allí. Durante una semana esperamos y finalmente él y mi tío alquilaron un helicóptero y nos encontraron. Nos lanzaron a un helicóptero con la puerta abierta, lleno de refugiados, y salimos volando”. La familia se instaló en Tbilisi y finalmente se mudó a Ucrania, donde Demna aprendió el idioma.
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