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El anuncio de Google en Uruguay desató una ola de entusiasmo por los beneficios económicos, pero también encendió las alarmas sobre su impacto ambiental. Después de la prolongada sequía entre 2020- 2023, sumado a la falta de información genera preguntas en una población susceptible. ¿Puede el desarrollo tecnológico coexistir con la preservación de recursos esenciales como el agua? 

 

Joven en data center analizando datos. Fuente: Freepik

Joven en data center analizando datos de servers. Fuente: Freepik

 

Por Silvina Canon

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En julio de 2023, la periodista argentina Valentina Koifamn tomó un café en un  bar clásico de la ciudad vieja de Montevideo. Mas tarde un noticiero central de la noche montevideana enmarcó al hábito bajo el zócalo “Café salado, intomable” seguido del testimonio de la periodista explicando que tuvo que añadirle sal para hacerlo bebible  “Era realmente muy feo”,  luego explayó la anécdota al comentar que evitó salar el agua que puso a hervir porque  contenía tanto sodio y cloro que “la salinidad del agua aumenta y es intomable”. Este caso no fue el único en volverse viral en redes. A 570 kilómetros, en Olivera, Salto, niños de una escuela rural suspendieron las clases abruptamente por vómitos, diarrea, dolores estomacales y fiebre un mes antes de comenzar el ciclo lectivo en marzo del 2022. Dos de los docentes afectados, decidieron con el apoyo del pueblo tomar muestras del pozo local y el agua proveniente de las casas para analizar en un laboratorio de la intendencia de Salto. Los resultados arrojaron que el agua contenía coliformes fecales y bacterias que lo volvían nocivo al consumo humano.  Un mes más tarde inició la sequía y las críticas cruzadas “Se me van a enojar, (pero) nos dormimos todos. Compartamos la responsabilidad. Es mi manera de pensar”, afirmó Mujica en una rueda de prensa, mientras que la entonces intendenta de Montevideo Carolina Cosse  aseguraba “La crisis que todos estamos viviendo ha puesto sobre la mesa la importancia de atender al agua en todas sus dimensiones. Estamos viendo la falta de información sistematizada alrededor de ese tema”. Este periodo marcado por la desidia, ambición y carencia marcaron la historia de 3.555.000  habitantes visibilizando daños colaterales pero a su vez dando indicios de una nueva conciencia colectiva. 

 

El inicio de un megaproyecto 

A principios de noviembre, en el corazón del Parque de las Ciencias, una zona franca en Canelones y hogar del reciente presidente electo Yamandú Orsi, se aprobó la Autorización Ambiental Previa (AAP) para la construcción del primer centro de almacenamiento de datos de la región. El predio de 33 hectáreas equivale a la extensión del Bioparque Temaikèn en Escobar, Argentina, o el estadio Allianz Arena en Múnich. 

Uruguay es el segundo lugar en Latinoamérica en incursionar con data centers, el primer puesto lo tiene Chile quien a mediados de noviembre cerró la consulta nacional sobre el Plan Nacional de Data Centers (PDATA), una propuesta del Ministerio de Ciencia que involucró a todos los ministerios para evaluar si es factible transformarse en un “referente de desarrollo sustentable y estratégico de centros de datos en América Latina” y comprometer  a instituciones del sector público a desarrollar estrategias para el desarrollo de infraestructura. En Uruguay las negociaciones iniciaron durante la administración de Tabaré Vasquez bajo estricta confidencialidad, recién a finales de agosto del 2023 se confirmó la construcción con autoridades del gobierno de Luis Lacalle Pou. Finalmente en agosto de 2024 el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM)  junto a otras organizaciones nacionales y departamentales inauguraron la planta en Canelones -una inversión de US$ 850 millones- que estiman empleará entre 300 y 400 personas, sin embargo estos datos no desestiman los temores de algunos sectores a sufrir “shocks energéticos”, como los experimentados en Irlanda o los Países Bajos, donde la demanda energética colapsó las redes eléctricas, avivando el rechazo transversal de ambientalistas y organizaciones en Uruguay. 

Una granja de datos: ¿Qué es un data center? 

¿Alguna vez te preguntaste dónde van todas esas fotos, selfies o archivos que subes a “la nube”? La respuesta no está en el éter, sino en data centers: instalaciones que funcionan como bibliotecas digitales, llenas de servidores que procesan y almacenan información. Servicios como Spotify, Netflix o WhatsApp dependen de estos “bibliotecarios digitales” para entregar información a tus dispositivos en tiempo real. 

Para que funcionen, los data centers necesitan servidores que encuentran y envían información, cables e Internet que transportan esa información hasta tus dispositivos, y sistemas de enfriamiento que permiten operar sin fallas. Esta gran alacena de datos chatarra y de valor puede pertenecer a Google, Amazon, Alibaba Cloud o Tencent, si estás en China. Están distribuidos de manera descentralizada por el mundo. 

Uruguay en este sentido ha logrado mejorar su conectividad de manera reciente de todos los usuarios y empresas que usan los productos de Google en América del Sur con la adquisición del cable submarino Firmina, que conecta a Argentina, Uruguay y Estados Unidos con 13,500 kilómetros de extensión. La tarea de esta “autopista digital” es facilitar el transporte de servicios digitales como YouTube, Gmail y Google Cloud, una infraestructura  crucial para la economía digital. 

 

Nuestra basura algorítmica 

Pero no todo brilla en el horizonte tecnológico, el escritor Yuval Noah Harari ya advirtió sobre los avances tecnológicos descontrolados, los patrones de consumo insostenibles y la explotación de recursos naturales. Los data centers no son la excepción. Según un informe de The Washington Post, la inteligencia artificial (IA), como ChatGPT, puede consumir 519 ml de agua por generar un correo de 100 palabras, lo que equivale a una botella de agua. Este nivel de consumo, multiplicado por millones de usuarios, genera un impacto acumulativo alarmante. 

Inicialmente, el proyecto de Google en Uruguay requería 7.6 millones de litros de agua diarios, pero se modificó a un sistema basado en aire, reduciendo significativamente el consumo hídrico. Sin embargo, sectores como REDES-Amigos de la Tierra, con Raúl Viñas como representante, continúan cuestionando la falta de transparencia en los estudios de impacto ambiental. Viñas advierte: “Estos proyectos no priorizan las necesidades de la población, que ya enfrenta restricciones en el acceso al agua potable.” 

Según un informe sobre Energías Renovables de Uruguay XXI, entre 2018 y 2022, el 94% de la generación de energía eléctrica provino de fuentes renovables, descendiendo al 91% en 2022 debido a una disminución en la fuente hidráulica causada por la sequía. “Uruguay debe ser extremadamente cuidadoso en cómo gestiona recursos como el agua, especialmente después de la reciente sequía”, comenta el Dr. Andrés Ferragut, de la Universidad ORT. También resalta la importancia de imponer regulaciones estrictas para garantizar que estos recursos se utilicen de manera responsable. 

Un futuro entre tecnología y sostenibilidad 

Los data centers son el corazón de la economía digital, procesando enormes volúmenes de datos generados por la IA y el Internet de las cosas (IoT). Sin embargo, el conflicto entre desarrollo tecnológico y sostenibilidad es innegable. Uruguay enfrenta el desafío de equilibrar el progreso económico con la conservación de sus recursos naturales. 

El dilema es complejo. Mientras tanto, comunidades locales y organizaciones ambientales mantienen la presión para garantizar que estos proyectos no comprometan el bienestar de las generaciones futuras. 

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Cyberpunk

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