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Los colegios electorales son un cuerpo de compromisaries elegido por el partido de cada candidate, es decir, en la “avanzada democracia” sólo hay compromisarios elegidos, o por republicanes o por demócratas; el voto real no cuenta, no suma, no es de la partida.

Esto con ocasión de aquel primer martes de noviembre, día que trae las elecciones en Estados Unidos, la nación de las libertades, donde la mayoría de la población carcelaria es afroamericana y latina per se su color de piel o nacionalidad, donde dia de por medio hay un tiroteo o la policía tiene carta abierta para matar.

En el imperio decadente les ciudadanes no votan a candidates, votan a quien votará en los colegios electorales.

Técnicamente estas personas son libres de votar por cualquier candidate, pero claro, si la ciudadana o ciudadano votan por una persona u otra para llegar a la Casa Blanca, serán les compromisaries quienes finalmente decidan quién gana. Así el candidate que tenga mayoría, tiene automáticamente todos los votos; sencillo, una alternancia rancia que deniega a cualquier otro partido, tendencia o postura política (normalmente progresismo o izquierda) poder competir por el cargo presidencial.

No se hace campaña para ganar votos populares, sino votos de compromisaries. La campaña fuerte la hace el partido entero, más allá de la persona que ocupe la candidatura.

Pero vamos a los candidatos: los septuagenarios Donald Trump y Joe Biden. El primero, un cavernícola republicano, fascista, enemigo de los derechos de todo ser vivo, militarista y actual presidente.

El demócrata, exvicepresidente de quien tiró bombas no nobeles de paz sobre Libia y Siria, dejando únicamente desolación, tristeza, rabia y robo de recursos naturales: el señor Obama.

El señor Biden lleva medio siglo haciendo política, aunque tiene un aburrido discurso y debatiendo es pésimo. Ni hablar del carisma, evocando a Dabiel Scioli en Argentina. Biden es el candidato de las empresas de tecnología y de, por qué no, inteligencia casi militar: Facebook y Microsoft, entre otras. ¿Sólo lo apoyarán porque están en contra de las restricciones del gobierno Trump en el sector de la migración empresarial?

Respecto a NuestraAmérica, como la reconocía el prócer cubano Jose Martí, fue el gobierno de Obama y Biden el que declaró a Venezuela como amenaza para la la seguridad nacional, abriendo así la puerta a las extremas e inhumanas sanciones económicas, financieras, en el campo médico, de hidrocarburos y en general, una cuerda en el cuello a cada ciudadane de aquel país. No sin dejar de hablar de la basta, pero ineficiente ayuda militar a Colombia y las 8 o más bases militares allí instaladas; o el muy cercano trato con los ahijados de Pinochet en Chile o Stroessner en Paraguay.

Ahora bien, el actual presidente, Trump. Ese sujeto desagradable, pseudonazi, partidario de las armas y las represión, con escándalos por asalto sexual, amante del dinero y los muros que separan. Ese “narcisista traumado por su padre”, según su sobrina. El guerrero que despertó lo peor de una sociedad odiosa, narcisa, odiante y muy peligrosa; con dogmas religiosos ultraconservadores que desprecia la diferencia en la diversidad.

Tal cual, eso es parte de lo que se juega en Noviembre en Estados Unidos, una continuación sangrienta en tanto política interior como exterior o la mesura demócrata que en el fondo no implica grandes mesuras.

El planeta seguirá invadido por las más de 800 bases militares yankis, la preocupación por piratear todo bien que no le sea vendido, ¿o regalado? en sus propios terminos y condiciones, el apoyo al terrorismo y el expolio, la dispersión de una deuda cada vez más impagable que supera el PBI y la vision del “American way of life”; solo que una version es más salvaje que la otra.

 


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