Después de un año de protestas sin parar, sin vacaciones, ganó el referendo aceptando (exigiendo) una constituyente en Chile. Ganó la lucha popular, esa que doblegó al enemigo.
El “apruebo” con casi el 80% demostró que Chile estaba preparada; que las palabras de Allende hace 50 años, dirigidas a les trabajadores de su patria, eran un presagio, quizás una licencia de esas que se toma la historia. Esas que al final nos muestran certezas, eso que al final sucede.
“Trabajadores de mi patria , tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Salvador Allende
Hoy los poderes decadentes de la política se arropan con democracia, ayer aplaudían a Jaime Guzmán, el consentido del genocida Pinochet y redactor de aquella nauseabunda, elitista y egoísta constitución que ayer se enterró en la tumba del traicionero general.
Ese horrible sistema jurídico-político-constitucional que encontró en la inequidad su abrazo, en los asustadizos mercados su privilegio. Sus protectores. Los ultraconservadores en lo ideológico y los más liberales chicos de Chicago sumieron al pueblo en desigualdad, falta de oportunidades, exilios y, ellos sí, odios de clase; en el “horizonte” de NuestraAmérica a un país que no vivía más que con la careta.
Esa constitución, que a través de los años no sufrió más que retoques, hasta hoy muestra su fortaleza manchada de sangre al son de las bendiciones y las liturgias donde vivían metidos sus fachos-creadores. Nunca tuvo legitimidad, pero se aceptó. Aunque como dicen: no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Pinochet no se eternizó, su ideal tampoco; las calles y alamedas no olvidan, castigan.
Muchas cosas por acabar, muchos años de sometimiento, mucha plata robada por las AFP, enorme la represión. Un tiempo de absoluto desmedro para la masa obrera. El mundo militar es un recuerdo, que ya no los dueños del país y de la mente; no, señores.
Que se acabe la represión policial, esa que les ofrece agua por montones, quizás la única agua que no se privatiza, pero que con soda cáustica quema. Que la educación no sea para pocas personas, que el exilio por la educación de mercado cave una tumba y se pudra con el maldito anciano.
Las lágrimas son compañeras de las grandes decisiones; ayer las vi y exploté de emoción. Convención constitucional, paridad de género en su interior y 155 ciudadanías libres llegadas por voto popular. Puntapié al pasado.
Ya llega abril y su elección, ya se atemorizan los mercados y sus expectativas, su dejar hacer, dejar pasar. Sus expectativas jamás serán las nuestras. Y así, así vendrán los dos años, tiempo para redactar la nueva constitución, para luego volver a ser puesta a consideración del pueblo mediante referéndum; como debe ser. Se les tiene que acabar el privilegio.
Para finalizar, hay que estar claros, hay que saber que ahora empieza la campaña; esa ultraderecha reaccionaria siempre acecha, siempre ahí. Ya empezaron su reacomodo de cara a la convención . No olvidemos que ayer estaban arropados con la victoria de las calles, no de sus despachos.
¡Piñera zascandil, perdiste!
Por les compas asesinades. Por les compas desojades. Por les compas violades.
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