En Alemania, a fin de junio se llevó a cabo la G7, cumbre encabezada por algunas de las economías capitalistas más importantes del mundo: Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Canadá y Japón, países que juntos representan el 58% de la riqueza neta mundial y más del 46% del Producto Bruto Interno (PBI).

G7 2022.
Unos días antes, de manera virtual se celebró la cumbre del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que abarcan el 42% de la población mundial, el 24% del PIB global y el 30% del territorio del planeta.
Las diferencias entre ambos bloques fueron contundentes; por un lado, la guerra de Ucrania, que cuenta con el apoyo de la Unión Europea y su ala bélica, la OTAN fue un tema clave en el G7, donde se discutieron medidas contra Rusia; mientras que en el BRICS apenas se mencionó el tema y se abstuvieron de sancionar a Rusia, no sin abogar por la paz de manera indirecta.
Tanto en Latinoamérica como en Asia, países emergentes seleccionados por sus recursos naturales y demografía favorable o rápido crecimiento económico planifican sus próximas inversiones y financiamientos para la infraestructura de centrales nucleares, comunicaciones y transporte de cargas junto al BRICS en lugar de elegir a las potencias del G7. Entre los candidatos se encuentra la Argentina, incluida recientemente por Pekín en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), el proyecto más ambicioso de China a nivel global, un corredor comercial que uniría a todos los continentes dejando completamente por fuera a EEUU y Europa.

BRICS 2022. Fuente Google.
Algunos analistas sostienen que en este escenario mundial de dos bloques bien diferenciados los países en desarrollo no podrán permanecer neutrales y deberán elegir un bando: la vieja hegemonía de Occidente o la nueva alianza de Oriente y Rusia con China a la cabeza.