Una coalición histórica de pueblos indígenas, afrocolombianos y campesinos. Aquella donde los sectores periféricos, los y las estudiantes, jubilados y jubilados; los y las nadies, esos sectores empobrecidos en el segundo país de nuestra América con más altos índices de desigualdad e inequidad. Aquel hermano donde el 5% de las manos, concentran el 95% de la tierra. El pueblo asumió la presidencia.
Y es que el país andino ayer vivió el estallido cultural y social que por más de 200 años le fue negado. Más de 100.000 personas en las calles al son de la música, el arte y la espada del Libertador Simón Bolívar.
Y el nuevo gobierno, encabezado por Gustavo Petro, ha dejado claro lo que tantos esperaban: se mantendrán los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC-EP firmados en 2016, se acatarán los conceptos del informe de la Comisión de la Verdad en relación a los que ha sido la guerra y sus nefastas consecuencias. Se caminará en dirección a generar los espacios para dialogar con la guerrilla deL ELN y demás grupos al margen de la ley.
En el mismo sentido de las causas estructurales de la guerra, llamó en su discurso la atención en relación a la fallida guerra contra las drogas, aquella política criminalizante y represora fomentada desde Estados Unidos.
Muchos y muchas celebramos el camino que se abre en términos de redistribución de la riqueza y de políticas encaminadas a la igualdad de oportunidades para todos y todas.
Asimismo, el mandatario progresista del Pacto Histórico, mencionó su intención concreta de gobernar con y para las mujeres y las juventudes y la creación del ministerio de la igualdad para generar políticas claras en relación al tema y los territorios.
Del mismo modo, el medio ambiente y la transformación hacia una sociedad que respete a la tierra y se desarrolle mediante energías renovables: no al fracking y a la fumigación aérea con glifosato que envenena los campos; es la transformación hacia una sociedad del conocimiento que genere valor agregado a lo que se produce.
Y es que es claro que la derecha en Colombia perdió el poder, con ello, el odio cede ante las políticas del amor y la reconciliación. La expectativa es enorme.
Los pueblos afrocolombianos son representados por la vicepresidenta Francia Márquez Mina, digna luchadora por los Derechos Humanos, la tierra y la dignidad hasta que sea una costumbre, por los territorios ancestrales, pisoteados durante años por aquella derecha arrogante y centralista.
El momento histórico en Colombia, latente, era inaplazable. Racialización, patriarcado, violencia y guerra fratricida -además perdida- contra las drogas y los grupos armados, falta de educación, de salud y trabajo, miseria, indigencia y exclusión, los temas más apremiantes. Años de entendimiento y trabajo por la paz. ¡Ganó el pueblo!