Inundada de fake news, tergiversaciones y animosidad desde Occidente, la música (y los músicos) de Ucrania y Rusia se encuentran envueltos en una contienda geopolítica.
La música como elemento cultural de emancipación puede asociarse a la paz o a la revolución. La guerra nunca es justa, ni aun impulsada por sus causas más nobles. Desde el despliegue de milicias rusas en territorio ucraniano, el mundo de la música no estuvo exento de sus vicisitudes.
La música académica: apunten a los rusos
Algunas de las primeras medidas aplicadas por Europa Occidental tuvieron como blanco principal al célebre Valery Guérguiev. La eminencia musical rusa, director de orquesta y hombre cercano a Putin, fue obligado a pronunciarse contra la guerra o en su defecto sería castigado profesionalmente.
Su estrecho vínculo con el primer mandatario ruso fue la excusa perfecta para llevar a cabo extorsiones de la misma índole, lo que derivó en la cancelación de fechas en La Scala de Milán del ya estrenado “La reina de picas” de Tchaikovsky, una obra que data de 1890 y que bajo la batuta de Guérguiev tiene actualmente como protagonistas a excelsos intérpretes rusos como Julia Gertseva, Alexey Markov y Asmik Grigorian.
Desde entonces, se produjo un vendaval de sanciones de distintos recintos de los más importantes del hemisferio norte. En Munich, su alcalde optó por despedirlo como director principal de la prestigiosa Filarmónica de Munich. La Orquesta Filarmónica de Rotterdam canceló las fechas pactadas para este septiembre bajo la dirección del ruso. Las funciones en el Carniege Hall de Nueva York, que el músico tenía estipuladas con la Orquesta Mariinsky y la Orquesta Filarmónica de Viena fueron canceladas, y en esta última fue reemplazado por el director canadiense Yannick Nézet-Séguin.
Las medidas contra Guérguiev inevitablemente reavivan la memoria sobre el alemán Herbert von Karajan,probablemente el director de orquesta más importante del siglo XX, que era afiliado del partido nazi. Gracias a un error cometido en uno de los conciertos organizados por Hitler para los reyes de Yugoslavia se ganó el desdén del Führer, quien le prohibió futuras presentaciones en Austria desde aquel episodio. A pesar de su expresa cercanía al nazismo, en 1948 Karajan ya se encontraba dirigiendo La Scala y durante los años cincuenta realizó giras por Estados Unidos.
Valeri Guérguiev
Como era de esperarse, otros artistas rusos comenzaron a ser removidos de sus trabajos. En el mismo Carniege Hall se anunció el reemplazo del pianista Denis Matsuev por el coreano Seong-Jin Chode, alegando motivos políticos como el apoyo a la anexión de Crimea en 2014, que también había apoyado Guérguiev.
El joven pianista revelación Alexander Malofeev se vio afectado por la cancelación de su debut en Canadá, bajo la idéntica excusa expuesta por la dirección del Vancouver Recital Society, de expresarse contra la guerra. Malofeev expresó en Facebook sobre esta decisión y los actuales acontecimientos: “Es muy doloroso para mí ver todo lo que está pasando. Nunca he visto tanto odio en todas las direcciones, en Rusia y en todo el mundo. (…) Estoy siendo contactado por periodistas ahora que quieren que manifieste una postura. Me siento muy incómodo al respecto y creo que esto puede afectar a mi familia en Rusia.
Sigo creyendo en la cultura rusa, y la música específicamente no debe ser empañada por esta tragedia.(…)
Honestamente lo único que puedo hacer es rezar y llorar.
Parece que hay conclusiones obvias: ningún problema puede resolver la guerra, las personas no deben ser juzgadas por su nacionalidad,pero ¿por qué todo el mundo fija su mirada en un Estado dónde cada persona tiene una opción entre el miedo y el odio?
Entiendo que mis problemas sean insignificantes comparado a los de las personas de Ucrania, incluyendo mis allegados que también viven allí. Lo más importante ahora es parar la sangre. Todo lo que sé es que el desperdigar odio no ayudará de ninguna manera, más sólo causará más odio.”
La Orquesta Filarmónica de Cardiff, en Escocia, ha removido a Tchaikovsky de su repertorio en una fecha dedicada íntegramente al compositor, para la semana del 14 de marzo. En su lugar se interpretarán obras de Antonín Dvořák, John Williams y Edward Elgar. Esta decisión fue tomada al considerar “inapropiada” la ejecución de obras del ícono ruso, bajo estas circunstancias. Perdónalos, Piotr Ilich, ellos no saben lo que hacen.
Piotr Ilich Chaikovski
Imposible no recordar la figura del compositor alemán Richard Wagner, quien fuera el favorito de Adolf Hitler y de quien se sospecha ha influido en su concepción primigenia del nazismo, sobre todo en algunos escritos de fuerte corte antisemita. Pero es como si lo tildáramos a Wagner de nazi, una ridiculez supina sabiendo que murió mucho antes de la aparición del nazismo. ¿Dejaron de interpretar sus obras luego de la caída del Tercer Reich, y su aparición en películas? Para nada.
La rusa Anna Netrebko, considerada la principal cantante lírica internacional, fue sancionada por el Metropolitan Opera House de Nueva York impidiéndole presentarse allí en las próximas dos temporadas. La artista expresó vía redes: “Forzar a artistas, o cualquier figura pública, a pronunciar su postura política públicamente y denunciar a su madre tierra no está bien”.
Irlanda no se quedó atrás cancelando la función que iba a ser llevada a cabo en el Teatro Heliz de Dublín de “El lago de los cisnes” (una de las obras más populares de Tchaikovsky) a cargo del Real Ballet de Moscú. Mientras tanto El Hipódromo de Bristol, el Playhouse de Edimburgo, el New Theater Peterborough, y el Royal & Derngate in Northhampton todos ellos han cancelado en simultáneo presentaciones del Ballet del Estado de Siberia.
Grecia tampoco se cruzó de manos y su Ministerio de Cultura decidió cancelar la transmisión en vivo de El lago de los cisnes por el “Bolshoi Ballet” desde Moscú, que iba a ser proyectada en el Salón de Conciertos de Atenas. Además suspendió “cualquier implementación, cooperación, planificación o discusión de eventos con organizaciones culturales rusas”.
El Bolshoi Ballet manifestó que “de ninguna manera están financiados o patrocinados por el gobierno ruso”. Sus integrantes, tanto de performers como de producción, está conformado por rusos, ucranianos, bielorrusos, uzbekos, japoneses, irlandeses y polacos. Añadieron: “(…) Esperemos que la diversidad de nacionalidades en nuestra compañía sea tomada en cuenta, y que no tomamos ningún mensaje político en esta gira. Simplemente bailamos por la paz”.
El famoso chelista, Sergei Roldugin, amigo íntimo de Putin (además de ser su testaferro según informes revelados a raíz de los “Panama Papers”), fue rescindido de su contrato del Festival de Brucknerhaus, en la localidad vienesa de Linz. El músico que ocupa el cargo máximo en la Casa de la Música de San Petersburgo, se ha establecido regularmente en dicho centro musical vienés, todos los martes junto a sus músicos. Brucknerhaus a través de un comunicado, muy similar a las de las entidades previamente mencionadas, expresó: “Inmediatamente rescindiremos contratos existentes y planeados con artistas y ensambles que públicamente defiendan el accionar ruso, sin distinción de nacionalidad. Desde que esta guerra no posee el entero consentimiento de la sociedad rusa, los artistas de aquel país y sus orquestas no deben ser tratados de forma especial. Todo lo contrario: todo aquel quien hace campaña por la paz y además toma un riesgo tanto profesional como personal en su país natal merecen nuestro irrestricto apoyo”. Claramente deja entrever que las medidas pesarán sobre artistas rusos, de otro modo ¿por qué se daría por sentado que un músico de otra nacionalidad con su silencio estaría apoyando la guerra?
Por otro lado, la ucraniana directora de la Orquesta Sinfónica de Kiev -Anna Stavychenko- se ha manifestado contra la invasión rusa, sin antes poner de manifiesto una queja: “Nuestros políticos no promueven a Ucrania y nuestra cultura en lo más mínimo. Eso es algo de lo que hablo siempre: cuán importante es la cultura, incluso en situaciones como esta. La cultura no es una prioridad para los políticos ucranianos. Eso para mí es algo muy triste. Es una parte muy poderosa de nuestra identidad nacional, y cómo nos presentamos ante el mundo. Si no hacemos nada al respecto, nadie sabrá dónde queda Ucrania, si es parte de Rusia o no”. Especificando sobre su área, la música académica, prosiguió: “Podemos ver cómo la cultura y la música clásica pueden ser excelentes herramientas de propaganda. Y Rusia sabe cómo usarlas”.
Esta crítica hacia el poder político ucraniano no es meramente circunstancial, y va de suyo al actual gobierno que se ufana de su legítima identidad ucraniana. Zelensky, actual presidente de Ucrania, llegó al poder vía elecciones en 2019, pero la inestabilidad política del país se remonta al 2014, a causa del golpe de Estado que derrocó al ex mandatario Víktor Yanukóvich, de marcada postura pro-Moscú. Zelensky, por el contrario, de profesión comediante y político de la antipolítica, fue apoyado desde el primer momento por Estados Unidos, la OTAN y sus países miembros (al igual que su predecesor Petró Poroshenko).
Bajo su gobierno continúa amparando a milicias neonazis, que durante la autodenominada “Revolución por la dignidad” masacraron a quienes se oponían al asalto del poder. Durante estos últimos ocho años, estas organizaciones cobraron status estatal produciendo razzias contra sus compatriotas de lengua y cultura rusas de Donetsk y Lugansk, cobrándose alrededor de quince mil víctimas según cifras oficiales, aunque se estiman que son aún más. Todas estas atrocidades fueron silenciadas y encubiertas por Occidente. Desde entonces muchos músicos han emigrado hacia otros países del Viejo Continente, sin embargo, Stavychenko (quien fue voluntaria humanitaria en un hospital militar finalizado el caos de las armas), decidió apostar por su país y actualmente se encuentra atravesando las horas convulsas.
Batallón Azov
La música pop
El ruso Oxxxymiron, uno de los exponentes del hip hop en Eurasia, canceló seis fechas agotadas en San Petersburgo y Moscú. “Quiero decir que estoy en contra de esta específica guerra que Rusia está llevando a cabo contra los ucranianos. Creo que es una catástrofe y un crimen. No puedo entretenerlos mientras misiles rusos están cayendo sobre Ucrania—cuando los habitantes de Kiev están siendo forzados a esconderse en sótanos o subterráneos, mientras hay gente muriendo”, expresó via Instagram.
Kasta, Shym, Vladi, Khamil y Zmey, son otros de los músicos rusos que se unieron en un comunicado vía dicha red social para condenar la guerra.
Bloom Twins, un dúo emergente de mujeres de origen ucraniano radicadas en Inglaterra -que han teloneado a renombrados artistas y leyendas como Nile Rodgers, Duran Duran y Seal- manifestaron en una entrevista: “Nosotras nos mantenemos siempre fieles a nuestras raíces. Nunca nos olvidaríamos de nuestro pasado. Incluso ahora, viviendo aquí desde hace diez años, la gente nos dice que nuestras melodías son muy ucranianas y eslavas. (…)Ucrania no puede ser barrida. No puede. Siempre estará con nosotras, no importa qué. Está en nuestros corazones”. Otra de las destacadas artistas ucranianas, Svetlana Loboda, otrora participante del concurso Eurovisión, cuyos familiares y allegados se encuentran en el país, escribió vía redes sociales: “Mi corazón desangra. Por el amor de Dios, deténganse. Estoy llorando”.
El Festival de la Canción de Eurovisión decidió bajar a todos los aspirantes rusos de una posible participación del mismo. Curioso, sabiendo que en 2019 el mismo se llevó a cabo en la localidad étnicamente limpiada de al-Shaykh Muwannis en Palestina. Mientras que la “Eurovision Village”, estructura a cargo del evento abierto al público con diferentes actividades referentes al concurso, fue construida en la zona de al-Manshiyya.
La banda islandesa, Hatari, valientemente en pocos segundos de cámara mostraron una bandera palestina. Acto seguido, fueron penalizados por cinco mil euros al violar la norma de “no manifestaciones políticas” dispuesta por la Unión Europea de Radiodifusión. Cabe preguntarse entonces, naturalmente: ¿Qué fue sino una ofensa y una burla fijar la sede del concurso en un territorio cuyo genocidio al pueblo palestino perpetrado por el Estado de Israel es sistemáticamente avalado, financiado y encubierto por Occidente?
Hatari en la presentación de Eurovision 2019
Las corporaciones
Ni lerdo ni perezoso, el gigante del streaming, Spotify ha retirado sus bases operacionales en Rusia de manera indefinida, además de eliminar de la plataforma todos los podcasts relacionados al Estado de Rusia, sumado a los medios Rusia Today y Sputnik, restringiendo el descubrimiento de cualquier otro contenido perteneciente y operado por medios del Estado ruso. Sin embargo, dejará la aplicación disponible para su uso en el país. Hubiese sido positivo una reacción de acto-reflejo como esta, cuando se acusó a la empresa sueca de albergar discursos odiantes y anti-ciencia en algunos podcasts, lo que provocó la ida de la plataforma de artistas de los más renombrados del siglo XX. Ni hablar sobre la cuestión de las regalías y su justa distribución hacia los artistas, una de las críticas más persistentes por las cuales el mundo no corporativo de la música se mantiene en lucha.
La compañía estadounidense Live Nation, encargada de la organización de eventos musicales de gran escala a nivel mundial, informó que dejará de promocionar shows en Rusia, además de dejar de hacer negocios con compañías rusas. Resulta también curioso, sabiendo que la Fundación Soberana de Inversión de Arabia Saudita es, desde el 2020, el tercer accionista de la empresa por quinientos millones de dólares. Sí, la misma Arabia Saudita, que bombardeó a Yemen en los últimos días.
Guerra en Yemen de la pocos hablan
Miradas divergentes
La reacción entre los pueblos de Ucrania y Rusia (íntimamente hermanados, aunque insistan en demostrar lo contrario) ante los acontecimientos no fue para nada homogénea.
Así como una porción de la población rusa salió a las calles en contra de la intervención en el país vecino, resultando en miles de detenidos, otra parte de la sociedad se manifiesta actualmente en las calles colocando banderas en sus automóviles y la letra Z, convertida en un símbolo identitario nacional como apoyo a las fuerzas armadas rusas.
Occidente no tardó en mostrar sus afilados colmillos autoritarios en su pretendido afán de faro del bien pensar y las buenas intenciones. Norteamérica y Europa Occidental han exhibido pornográficamente su hipocresía en sus análisis sesgados, la estigmatización, la demonización, la persecución y la censura. Notables formas de totalitarismo para estos pretendidos guías de la libertad que cargan este significante de sus intereses e imponen medidas absurdas e irrisorias como las mencionadas, que sobrepasan lo caricaturesco. En el marco de esta campaña anti-rusa otras ramas del arte como la literatura y el cine también se vieron afectadas.
Toda afrenta contra la cultura es decididamente nociva. No hace más que anatemizar a ese Otro productor y hacedor de esa cultura. Es otro paso más hacia la deshumanización del supuesto “enemigo”, para poder desde allí cometer las peores atrocidades contra otros seres humanos.
El historiador y docente argentino, Jorge Wozniak, ha vertido unas palabras sobre esta guerra que sacude al mundo: “La popularidad de Putin y sus propuestas no son únicamente porque la sociedad rusa sea conservadora por una cuestión cultural. Hay un parámetro para medir lo que fue lo otro: la década del 90. Si uno hace un corte etario, es cierto que los jóvenes que nacieron bajo los mandatos de Putin consideran que el empleo es algo relativamente fácil de conseguir, que los productos no aumenten de precio vertiginosamente es algo que está dado. Para la gente que tiene más de cuarenta años Putin es la diferencia entre comer todos los días y no comer. Esto aparece plasmado en la reforma constitucional de Rusia del año pasado. Ahí se ve el proyecto de Putin para el futuro de Rusia. Lo que quedó plasmado -en la reforma- es un marco legal que evita que en el futuro cualquiera que gane las elecciones pueda dar marcha atrás con las medidas que se lograron en los últimos 20 años, es decir: evitar el neoliberalismo a toda costa”.
La gran mayoría de los músicos populares que he enumerado no llegan a los cuarenta años. Quizás estas palabras nos ayuden a comprender la realidad que atraviesa hoy Rusia.
Colaboración de Mariano Pereyra . Podés ver sus otros trabajos haciendo click acá.
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