La colosal cantidad de música subida a las plataformas de streaming es un problema para las grandes discográficas
De acuerdo a los datos de Spotify, se sabe que casi el 80% de los artistas que actualmente figuran en dicho servicio poseen menos de cincuenta oyentes mensuales. La cifra de ese 80% corresponde a aproximadamente a 6.300.000 artistas.
Si suponemos que cada uno de esos seis millones trescientos mil tiene al menos veinticinco oyentes únicos -es decir que no escuchan a otros de ese universo de seis millones-, en total tendríamos alrededor de 175 millones de oyentes mensuales.
Continuando esta hipótesis, si tenemos en cuenta que hoy el artista más escuchado de la plataforma (Ed Sheeran) posee alrededor de 80 millones de oyentes mensuales, estos representan casi la mitad de los que escuchan a aquellos artistas con menos de 50 oyentes mensuales.
Esto quiere decir que semejante cifra de oyentes (175 millones) representa una amenaza para las discográficas (hablando específicamente de la tríada oligopólica Warner Music Group, Universal Music Group y Sony Music Group) debido a la inserción que pueden tener estas en las ganancias a través de estas plataformas, ya que naturalmente no llegan a cubrir esta semejante cantidad de artistas y música. Es decir, aquellos ignotos artistas que figuran en Spotify en términos individuales son irrelevantes, pero en conjunto son realmente poderosos teniendo en cuenta la enormidad de la cifra.
Se sabe que en el primer trimestre del año pasado al menos 60 mil canciones eran añadidas a Spotify por día, cifra que hoy llegaría a los 70 mil u 80 mil canciones subidas diariamente.
Spotify, en su reporte anual, presenta un número del porcentaje del total de las reproducciones de la música grabada que es distribuida por las susodichas compañías discográficas.
Desde el 2017 se percibe una caída constante. En dicho año el oligopolio (Sony-Warner-Universal) logró acumular el 87% de todas las reproducciones de dicho año. Para 2021, esa cifra cayó a un 77%. En sólo cuatro años, el porcentaje del mercado correspondiente a las grandes compañías cayó un 10%. Suficiente para alarmarse.
Ni lerda ni perezosa, una de las primeras empresas en tomar cartas en el asunto frente a esta situación fue Sony. El gigante discográfico distribuirá “música de calidad” editada por sellos independientes a través de The Orchard (actualmente subsidiaria de Sony, una empresa estadounidense de música y entretenimiento especializada en distribución, marketing y ventas), mientras que distribuirá “música de calidad” por artistas independientes vía AWAL , una compañía de distribución y sello discográfico británico, cuyo modelo de contratación de artistas es en pos de la conservación de la música y los derechos creativos de los mismos sobre sus producciones. ¿Por qué hablamos de “música de calidad”? Porque Sony no está dispuesto a responder por lo que califican como “restos y desechos”, que pululan por las plataformas.
Según el CEO de Sony, Rob Stringer, hay 27.000 sellos siendo distribuidos por The Orchard a escala global. Se proponen extender y profundizar más sus redes para de alguna forma capturar más música dentro del ecosistema de Sony. De otro modo, según Stringer, la inserción de la compañía en el mercado será diluida literalmente por defecto, dado el volumen de canciones subidas a la plataforma.
Para estas grandes compañías su predominancia en el mercado del streaming no es importante únicamente en términos de ganancias, también afecta en el apalancamiento de las negociaciones de acuerdos de licencias que hacen con Spotify, Apple o Amazon, entre otros servicios. Cuanto menos cuota posean en el mercado del streaming, menos poder tienen a la hora de renegociar licencias. Pero tanto The Orchard como AWAL son servicios solo por invitación; los artistas o los sellos no pueden decidir qué música subir a estas plataformas y automáticamente tener sus grabaciones en los servicios de streaming, primero deben ser seleccionados y aprobados.
Aunque sí existen servicios que permiten subir cualquier material a las plataformas de streaming: DistroKid es un servicio de distribución de música digital e independiente que ofrece a los músicos y otros poseedores de derechos distribuir y vender o permitir reproducciones a las tiendas de música en línea. De acuerdo a sus documentos de prensa, posee dos millones de artistas, adjudicándose la distribución de entre el 30% y el 40% de toda la música nueva actualmente lanzada. Esto quiere decir que DistroKid está distribuyendo, por volumen, más de un tercio de toda la nueva música de hoy.
Ninguna de las grandes empresas mencionadas puede competir con estos vastos volúmenes de material, lo que inevitablemente hará caer la participación de las mismas en el mercado. Incluso aun suponiendo que la gran mayoría de la música en posesión de DistroKid son “desechos y descartes”.
El gran interrogante: cómo afrontará esta situación las tríada Warner-Universal-Sony
En el modelo actual existente en Spotify, cada pieza de música grabada en el mundo vale lo mismo. No importa si es “Bohemian Rhapsody”, un movimiento de una sinfonía de Mahler, o una persona que se grabó eructando. Si lo reproducís por más de treinta segundos, obtiene la misma cantidad de regalías.
Anteriormente, Universal con su apéndice Spinnup tenía una modalidad similar a la de DistroKid, pero decidió modificar su accionar en semejanza con AWAL. Esto quiere decir, lisa y llanamente, control de calidad.
La tríada oligopólica coincide en que este modelo de negocio solo puede triunfar en tanto y en cuanto las compañías de streaming reconozcan que “la música de calidad” merece un mayor porcentaje de regalías que lo que consideran “desechos y descartes”.
Y he aquí lo intrincado y polémico de este asunto, donde se inmiscuye la subjetividad, lo filosófico en cuanto a las concepciones del arte: ¿Spotify estará de acuerdo en que toda la música no vale lo mismo, o que “Bohemian Rhapsody” indefectiblemente vale más que un juego de un hombre eructando prolongadamente? La definición de parámetros sobre “qué vale más” en cuanto a “calidad artística” será rector en cuanto a la elección de material en un futuro,pero está claro, a cada uno de nosotros una canción nos puede parecer grandiosa, mientras que a otro le puede parecer una porquería.
Lo cierto es que los gigantes tienen argumentos para sostener su predominancia en el mercado del streaming: uno de ellos es que sus representados (llámese Dua Lipa, The Weeknd o Bad Bunny) tienen gran incidencia en la suscripción paga o no del servicio por parte de los usuarios. Y eso es innegable
Un futuro (in)imaginable
Recientemente una aplicación de inteligencia artificial denominada Soundful ha sido estrenada en forma beta. Dicha aplicación puede crear música en calidad de estudio a través del aprendizaje de una máquina -como quien dice, tocando un botón-, y lo más significativo: cada uno de esos tracks que es capaz de producir son originales. Los creadores de la aplicación la definen como “una aplicación cuyos algoritmos entrenados en teoría musical plasman tracks en calidad de estudio en tus manos, que harán posible la producción de tu nuevo álbum, realizar un sonido viral en Tik Tok o YouTube, o incluso amplificar los streams en cuanto a videojuegos.” La aplicación promete “crear música a la velocidad del sonido”.
Esto nos hace pensar que las casi 80 mil canciones subidas por día a las plataformas de streaming, podrán ahora crecer a millones. Si este es el futuro, una vez más las compañías se ven en desventa en cuanto al acaparamiento del caudal de material, lo que hará imprescindible -según su visión- la selección y la valoración de cierto material por encima de otro.
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