Luego de la pandemia, el retorno a la normalidad disparó una serie de interrogantes en relación al ser humano y su entorno. Si durante el encierro nuestra vida estuvo confinada al entorno más cercano y los niveles de contaminación bajaron (si no contamos el plástico de los descartables de hospitales) ¿por qué no tomar la idea para preservar el planeta?
En esto pensó -años antes del COVID- Carlos Moreno, profesor, urbanista e impulsor de las “ciudades de 15 minutos”, que propone rediseñar los espacios urbanos aplicando lo que él llama “crono-urbanismo”: diseño para cambiar nuestra relación con el tiempo y la movilidad en la vida cotidiana.
En París, la alcaldesa Anne Hidalgo fue la primera en usar las ideas de Moreno para transformar la capital, reduciendo la cantidad de lugares para estacionar autos, ampliando la red de bicisendas en las avenidas, y en definitiva, haciendo que sea más transitable a pie y menos dañina para el medio ambiente. París no fue la única en adoptar esta planificación de avanzada: en Oxford, Inglaterra, ya se aprobó un plan de desarrollo de 20 años para crear vecindarios donde los servicios esenciales sean accesibles caminando no más de 15 minutos.
El concepto tuvo la aprobación del Foro Económico Mundial, las Naciones Unidas, partidos progresistas y movimientos por el cambio climático; así como el rechazo de conservadores de ultraderecha y negacionistas del cambio climático y del COVID, que suponen que el proyecto es parte de un plan global para acostumbrar a la población a nuevos confinamientos, al punto que su autor es constantemente hostigado en redes y la vía pública en Europa.
“Cuando estamos en una ciudad o un territorio concreto, buscamos en un mapa y respondemos a seis preguntas: dónde y cómo trabajo; dónde y cómo me alojo; dónde y cómo nos aprovisionamos; dónde y cómo nos cuidamos física y mentalmente; dónde y cómo accedemos a la cultura y al entretenimiento; y dónde y cómo tenemos esparcimiento”, explica Moreno cuando le consultan por los fundamentos de su proyecto.
¿Qué consecuencias inesperadas tendrá esta nueva forma de organizar una urbe? ¿Cómo se podría aplicar en países menos desarrollados y en ciudades más grandes y densamente pobladas?
Es probable que en nuestras latitudes el cambio llegue más tarde que temprano, pero una cosa es segura: una ciudad trazada en el siglo XIX tiene que actualizarse para evitar los peligros de la híper concentración humana.